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Cuba. Ventanas de balaustres torneados, preciosas aldabas, parques, plazas y plazuelas, y techos de tejas de barro rojo, convierten hoy a Trinidad de Cuba en una urbe inigualable, a las puertas de sus 511 años de fundada.
Las calles empedradas son el símbolo de una bella ciudad patrimonial, mientras los interiores de las añejas mansiones están decorados con hermosos techos de madera preciosa, mamparas y pinturas murales.
Atesora leyendas, historias de amor e intrigas escondidas en palacetes o torres, los desmanes de piratas y corsarios, la imagen de un Cristo envuelta en misterio, la visita de sabios y poetas, y los destellos de una riqueza obtenida con el sudor de los esclavos.
Declarada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) Patrimonio Cultural de la Humanidad (1988), celebra su aniversario 511 de fundada por el conquistador español Diego Velázquez.
La tercera de las siete primeras villas fundadas en Cuba fue visitada por el célebre geógrafo y naturalista alemán Alejandro de Humboldt y otras importantes personalidades extranjeras y nacionales.
Trinidad no escapó a la mirada sabia del insigne científico, considerado el segundo descubridor de Cuba, dejando escrito lo que vio de su flora y fauna, sus observaciones astronómicas e incluso el encanto de su gente.
Desde la torre Manaca-Iznaga se domina el Valle de los Ingenios. A unos 45 metros de altura, ella que sirvió para vigilar a los esclavos de fugas y sublevaciones conserva aún hermosas leyendas.
A Trinidad la distinguen tanto sus construcciones coloniales, calles empedradas y antiguos palacios convertidos en museos como
la exuberante naturaleza que la rodea y conserva originales nombres en sus calles.
La leyenda de Caucubú muestra a una joven rebelde, que prefirió el encierro entre las húmedas y oscuras paredes de una cueva y con ello la muerte segura, antes de doblegarse a los designios del conquistador.
Mientras, la Canchánchara, bebida elaborada por los mambises cubanos que lucharon en el siglo XIX contra el colonialismo español distingue a Trinidad junto a las labores manuales como el tejido, bordado, la alfarería y el empleo de fibras naturales.