El nivel de hambre sigue empeorando con 4,9 millones de haitianos en situación de inseguridad alimentaria aguda.
Según el último análisis de la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria por Fases (CIF, marzo de 2023), 4,9 millones de personas en Haití -casi la mitad de la población del país- está experimentando altos niveles de inseguridad alimentaria aguda. Esta cifra representa un aumento de 200 000 personas en sólo cinco meses. Y del total de personas afectadas, 1,8 millones se encuentran en situación de emergencia (fase 4 de la CIF), cifra superior a los análisis de los últimos tres años. Esto significa que los hogares se enfrentan a grandes carencias que provocan una elevada desnutrición aguda y un exceso de mortalidad, o se ven obligados a adoptar mecanismos de supervivencia negativos para cubrir las necesidades alimentarias, como vender sus activos productivos o consumir semillas en lugar de plantarlas, lo que aumenta su vulnerabilidad.
Dado que el 75% de la población de Haití vive en zonas rurales, se necesitan medidas urgentes para salvar vidas y restablecer rápidamente los medios de subsistencia agrícolas de los agricultores vulnerables. Por ejemplo, invertir 125 USD en un paquete de semillas para horticultura puede generar 20 veces su valor en las hortalizas de producción, permitiendo a las familias tener acceso a alimentos y generar ingresos mediante la venta de parte del producto obtenido.
En el marco del Plan de Respuesta Humanitaria 2023, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) solicita 61,7 millones de USD para ayudar a 700 000 personas a mejorar su acceso a los alimentos. Las actividades se centrarán en el suministro de insumos agrícolas (semillas y fertilizantes) para aumentar la producción de alimentos básicos y hortalizas (temporadas de primavera e invierno de 2023), así como para proteger los activos ganaderos, mediante el suministro de aves de corral y cabras, así como vacunas y tratamiento veterinario.
Causas estructurales
Haití atraviesa una crisis prolongada que se ha vuelto más aguda y compleja que nunca. A los efectos socioeconómicos de la pandemia de COVID-19 se suman la guerra en Ucrania, el brote de cólera y el impacto de fenómenos extremos como huracanes, inundaciones y terremotos.
El poder adquisitivo de los hogares sigue viéndose afectado por los altos precios de los alimentos, vinculados a la depreciación de la moneda local frente al dólar estadounidense, y el aumento del coste del transporte.
Esto, unido a las malas cosechas, ha obligado a la población a recurrir cada vez más a mecanismos negativos para satisfacer sus necesidades básicas.
La violencia de bandas y grupos armados amenaza la seguridad de las comunidades y sigue dificultando su acceso a insumos agrícolas y alimentos.
Además, Haití es uno de los países más vulnerables a las catástrofes naturales que han causado grandes daños y pérdidas de vidas humanas. Muchas comunidades siguen luchando por recuperarse de desastres como la tormenta tropical Grace y el terremoto de 2021, que devastaron partes de los departamentos de Grand’Anse, Nippes y Sud.
Fuente. FAO