Costa Rica. En una región reconocida mundialmente por su longevidad y calidad de vida, el Hotel Punta Islita tiene una innovadora propuesta culinaria fundamentada en los principios de la permacultura, marcando un antes y un después en el turismo regenerativo de Costa Rica.
Más que una tendencia, la permacultura es una filosofía de vida. Un enfoque holístico que diseña sistemas agrícolas, sociales y económicos sostenibles imitando los patrones de la naturaleza. En Punta Islita, este modelo se traduce en una experiencia gastronómica que honra el entorno, empodera a las comunidades locales y redefine lo que significa el lujo consciente.
“La permacultura nos permite alimentar no solo el cuerpo, sino también el alma y la tierra. Cada ingrediente que usamos cuenta una historia de colaboración, tradición y respeto por la vida”, explica Randy Siles, Director Culinario de Enjoy Group.
El corazón de esta propuesta radica en un ecosistema productivo diseñado bajo principios regenerativos: un bosque comestible, un centro de compostaje, cultivos ancestrales, y un modelo de abastecimiento bajo la filosofía de kilómetro cero, que involucra directamente a agricultores, pescadores y artesanos de la zona. Todo está pensado para crear una cadena virtuosa donde el turismo fortalece y no agota los recursos naturales y humanos.
La permacultura aplicada al contexto culinario del hotel ofrece múltiples beneficios:
•Ambientales: se reduce la huella de carbono, se protege la biodiversidad local y se regenera el suelo.
•Sociales: se apoya a familias productoras, se recuperan tradicionales locales y se generan oportunidades dignas y sostenibles.
•Culturales: se rescatan ingredientes nativos y técnicas ancestrales que fortalecen la identidad gastronómica de la región.
Cocina que conecta
En el restaurante del hotel, el menú cambia con las estaciones y se construye en colaboración con la comunidad. Frutas nativas, raíces medicinales, hojas curativas y granos tradicionales forman la base de platillos que conectan con la tierra y la historia del país. Las bebidas curativas elaboradas con hierbas locales ofrecen una experiencia sensorial alineada con el bienestar holístico que define a la Península de Nicoya como una Zona Azul.
Además, los huéspedes pueden participar en clases de cocina costarricense, talleres de tortillas artesanales y recorridos educativos por los huertos. Cada actividad promueve la reflexión: ¿de dónde viene lo que comemos? ¿Cómo podemos alimentarnos sin dañar el planeta?
“La cocina que promovemos no es solo sabrosa; es consciente. Queremos que los visitantes se desconecten del ruido y se conecten con algo más profundo: el origen, la comunidad, la tierra”, menciona Siles.
La filosofía de “no hay sostenibilidad sin comunidad”, refleja cada paso del proceso, desde la semilla hasta el plato, que está diseñado en alianza con productores, pescadores, jóvenes emprendedores y mujeres líderes del cantón de Nandayure.
Este enfoque genera empleo, fomenta el sentido de pertenencia, y permite que las tradiciones se mantengan vivas. Además, los programas educativos abiertos a la comunidad impulsan el conocimiento de técnicas regenerativas, empoderando a las nuevas generaciones con herramientas para un futuro más resiliente.
Punta Islita demuestra que la hospitalidad puede ser una fuerza regeneradora. Con su apuesta por la permacultura, el hotel está construyendo un modelo replicable para el turismo sostenible en zonas rurales: uno que conecta a las personas con la tierra, promueve el bienestar y devuelve más de lo que toma.
Fuente. Enjoy Group