Guatemala. La mejora, constante y a largo plazo, de la educación en Latinoamérica podría sacar a 20 millones de niños de la “pobreza educativa” para el año 2050. McKinsey & Company comparte lecciones importantes que dejan los sistemas educativos más exitosos alrededor del mundo.
En los últimos años, la pandemia y los avances tecnológicos han acelerado la demanda de trabajadores altamente calificados en la fuerza laboral. Paralelamente, la formación escolar se ha quedado estancada, ocasionando así, un choque entre la pérdida de aprendizaje y la necesidad de habilidades de orden superior. Más que nunca, es fundamental elevar la calidad y equidad de los sistemas educativos en Latinoamérica para satisfacer la necesidad de habilidades tecnológicas, socio-emocionales y cognitivas que requieren los jóvenes en la actualidad.
Según el Banco Mundial, la mayoría de los niños del mundo viven en una situación de “pobreza educativa”, lo cual significa que, a pesar de concluir una educación básica, no desarrollan las capacidades para leer un simple texto; si las tendencias continúan, más de 700 millones de niños estarán en situación de pobreza educativa para el 2050.
El reciente estudio de McKinsey & Company “Inspirar y sostener: Cómo pueden los sistemas educativos mejorar el aprendizaje a escala” analiza las estrategias implementadas por los sistemas educativos más exitosos del mundo. Se investigaron sistemas en crecimiento y decadencia, datos globales, entrevistas a más de 200 líderes de sistemas, docentes y filántropos, líderes de organizaciones sin ánimo de lucro, académicos y consultores educativos para comprender cómo retomar el crecimiento en educación, especialmente posterior a la pandemia de COVID-19.
¿Por qué fallan los sistemas educativos?
La investigación demuestra que, para generar un cambio, no alcanza con conocer “qué” acciones utilizar, es preciso también entender “cómo” implementarlas correctamente y a escala. De acuerdo con la firma, las razones por las que comúnmente fallan los sistemas educativos son las siguientes:
•Intereses contrapuestos. La educación no es considerada una prioridad, los objetivos son demasiados, difíciles de medir o hay falta de coherencia.
•Discontinuidad en el liderazgo. Procesos interrumpidos a causa de ciclos electorales frecuentes, la escasa duración de cargos ministeriales y reformas atadas a estructuras políticas.
•Rechazo del órgano. Falta de colaboración de comunidades y educadores.
•Coordinación y ritmo del cambio insuficientes. Es necesario enfocarse no solo en desarrollar la estrategia, sino también en elaborar una hoja de ruta con presupuesto, plazos y responsabilidades.
•Capacidad de implementación limitada. Falta de capacidad analítica y de gestión de programas dentro del gobierno.
•Volar a ciegas. Líderes (de todos los niveles) que operan sin suficientes datos.
•Falta de impacto. Sistemas que intentan resolver problemas de hoy con soluciones de ayer.
Sistemas educativos que marcan la diferencia
Algunos sistemas educativos “atípicos” logran vencer los pronósticos y producir mejoras significativas en el aprendizaje año con año. Para identificar los sistemas más exitosos, McKinsey analizó los sistemas nacionales que alcanzaron mejoras significativas, consistentes y sostenidas en los resultados estudiantiles medidos por evaluaciones internacionales, así como los sistemas de países de bajos ingresos con evidencia clara de mejora en exámenes regionales. En total, fueron 14 sistemas que, a pesar de no ser perfectos, tienen lecciones relevantes en diferentes niveles para una mejora educacional.
De acuerdo con el análisis realizado por la firma, los sistemas más exitosos utilizan estrategias de refuerzo que crean un ciclo virtuoso que genera mejoras sustanciales y de largo plazo en el aprendizaje. El estudio demuestra que los sistemas que accionaron las siete palancas del “cómo” tuvieron 18 veces mayor probabilidad de alcanzar sus objetivos educativos que los que utilizaron cuatro o menos de las siguientes palancas:
1.Fijar un conjunto reducido de prioridades para enfocarse en los avances, con objetivos coherentes, sostenidos y basados en evidencia.
2.Crear una estructura no concentrada en un único líder e involucrar a otras instituciones más allá del ministerio.
3.Establecer una comunicación auténtica de dos vías con educadores y familias.
4.Crear coordinación y una cadencia para el cambio, transformando las estrategias en planes, presupuestos y cronogramas.
5.Construir estructuras de implementación y habilidades en los niveles medios.
6.Medir los resultados de los estudiantes y volverlos transparentes; usarlos para crear momentum y ajustar las políticas y la metodología.
7.Expandir lo que funciona bien, dejando espacio para la innovación y midiendo los resultados positivos.
La transformación educativa en Latinoamérica
En Latinoamérica y el Caribe, previo a la pandemia, se mejoró considerablemente la tasa de inscripción a nivel secundario con un incremento del 18%. No obstante, a pesar de las mejoras en participación escolar, los resultados del 2000 al 2018 presentan un aumento del 1% en el promedio de las habilidades literarias y numéricas, lo cual, no representa cambios significativos. Si todos los sistemas educativos avanzan al ritmo de los más exitosos, para el 2050 se estima que 20 millones de niños en Latinoamérica saldrían de la “pobreza educativa” según la consultora.
El estudio propone dos ejemplos de cómo países latinoamericanos, Brasil y Perú, han alcanzado mejoras significativas en sus sistemas educativos.
El estado de Ceará en Brasil, donde el desempeño escolar era malo, priorizó la alfabetización y las matemáticas en sus planes de estudios, con foco en las escuelas primarias. Además, invirtió en apoyo a los docentes para ofrecer contenidos de calidad; todos los maestros deben completar programas de desarrollo profesional. Paralelamente, el gobierno lideró un recorrido largo y sostenible para mejorar la calidad de los líderes educativos municipales y mejorar el apoyo a docentes y escuelas. El resultado fue un aumento de casi 12 puntos porcentuales en el Sistema Nacional de Evaluación de la Educación Básica entre 2009 y 2019, avanzando así, de “malo” a “regular”. A su vez, las 150 escuelas de mejor desempeño “adoptaron” a las 150 con los peores resultados; si la escuela desfavorecida presentó mejoras, ambas recibieron recompensas financieras.
Por otra parte, con el objetivo de mejorar la gestión y el ritmo de la transformación, el Ministerio de Educación de Perú reconstruyó su equipo de liderazgo y reformó el proceso de selección de sus 15,000 directores para contar con talentos de administración de alto calibre en las escuelas. De acuerdo con McKinsey, los sistemas más efectivos garantizan capacidad de implementación dedicada en el equipo central, en el nivel medio y en las escuelas. Además de buenos educadores, consideran que se necesitan gerentes de proyecto e implementadores hábiles, capaces de traducir la estrategia ministerial en acciones concretas en todas las escuelas y aulas del sistema.
Coalición para el cambio, implementación con excelencia, medir y adaptar son la base del “cómo” los sistemas educativos pueden pasar del fracaso al éxito. “Individualmente, estas estrategias pueden parecer obvias o apenas incrementales. Pero juntas, resultan transformadoras. El lento y constante trabajo de implementación diferencia a los sistemas educativos más exitosos del resto. Esta no es una historia sobre cómo vencer los pronósticos. Se trata de una historia acerca de los sistemas que lograron influir. Los líderes educativos, especialmente de Latinoamérica, pueden aprender de ellos” concluyó Felipe Child, socio de McKinsey & Company.
Fuente. McKinsey & Company