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El plan del republicano para la Franja revive el eterno dilema de la población palestina; marcado por décadas de promesas incumplidas, negociaciones interrumpidas y menos posibilidades de conformar el Estado palestino
El presidente Donald Trump y el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu anunciaron en Washington un nuevo plan para el futuro de Gaza, presentado como una vía de salida al conflicto. La propuesta, entregada a Hamás por intermediación de Catar y Egipto, contempla la liberación de más de mil prisioneros palestinos, la creación de un comité de transición encabezado por Trump e incluso una fuerza internacional temporal de estabilización.
Netanyahu respaldó la iniciativa, asegurando que lograría sus objetivos bélicos: devolver a los rehenes israelíes, desmantelar la capacidad militar de Hamás y evitar que Gaza vuelva a amenazar a Israel. Trump, por su parte, advirtió que Estados Unidos respaldará a Israel si Hamás rechaza el pacto, aunque subrayó su interés en frenar la prolongación de la catástrofe humanitaria, que ya acumula más de 66.000 muertos palestinos desde octubre de 2023 y por la cual se mantiene abierta una demanda de Sudáfrica contra Israel por delito de genocidio ante la Corte Internacional de Justicia.
La Autoridad Palestina, enemistada con Hamás, expresó su apoyo condicionado, mientras que ocho países árabes y musulmanes reaccionaron de manera positiva. Sin embargo, la Yihad Islámica tachó el plan de “receta para la agresión”. En paralelo, Netanyahu dejó claro que aceptar la creación de un Estado palestino equivaldría a un “suicidio nacional”, evidenciando las contradicciones históricas de los procesos de paz en la región.
La rueda de prensa conjunta entre ambos líderes fue también un recordatorio de la estrecha pero compleja alianza entre Washington y Tel Aviv, una relación marcada tanto por la cooperación estratégica como por tensiones recientes en torno a Cisjordania y ataques extraterritoriales contra líderes de Hamás.
¿Otra promesa vacía?
El plan de Trump revive un dilema que se arrastra desde 1948, cuando la partición de Palestina derivó en la creación de Israel, la expulsión de miles de palestinos de sus territorios y el estallido de la primera guerra árabe-israelí, Desde entonces, múltiples iniciativas han intentado establecer un Estado palestino, sin éxito:
1948-1949: El Plan de Partición de la ONU nunca se aplicó plenamente, pues la guerra resultó en el desplazamiento masivo de palestinos.
Camp David 1978: Centrado en Egipto e Israel, dejó la cuestión palestina relegada.
Declaración de Independencia Palestina (1988): Reconocida por más de 100 países, pero sin efecto práctico en la ONU.
Acuerdos de Oslo (1993-1995): Supusieron esperanza con la creación de la Autoridad Palestina, pero fracasaron tras el asesinato de Rabin y la intensificación de la violencia.
Camp David 2000: El encuentro entre Yasser Arafat y Ehud Barak colapsó sin acuerdos definitivos.
Hoja de Ruta del Cuarteto (2003): Prometía un Estado palestino en 2005, nunca implementado.
Annapolis 2007: Otro intento de negociación que se desvaneció con nuevas rondas de violencia.
Reconocimiento en la ONU (2012): Palestina obtuvo el estatus de Estado observador, pero sin soberanía efectiva.
Cada propuesta quedó atrapada entre promesas incumplidas, divisiones internas palestinas, rechazo israelí y la falta de un consenso internacional vinculante.
Hoy, el anuncio de Trump se inserta en ese mismo patrón de ilusiones y desencantos: otro intento más que, lejos de garantizar la paz, revive la pregunta central de la política de Medio Oriente: ¿es posible que exista algún día un Estado palestino plenamente reconocido?