En 2025, los pagos atraviesan un punto de inflexión: han dejado de centrarse únicamente en la eficiencia universal para convertirse en una competencia entre sistemas de mercado con distintas filosofías, capacidades y limitaciones. En este nuevo contexto, la forma en que el dinero se mueve es tan relevante como la cantidad, y las decisiones que se toman hoy están moldeando el futuro del sector.
El sistema financiero global se ve cada vez más influenciado por factores no financieros como aranceles, normas de gobernanza de datos, restricciones energéticas y prioridades de seguridad nacional. A pesar de ello, la industria de pagos sigue siendo la parte más valiosa de los servicios financieros, generando 2.5 billones de dólares en ingresos a partir de 2.0 cuatrillones de dólares en flujos de valor, respaldados por 3.6 billones de transacciones en todo el mundo.
Para comprender mejor el rumbo de esta transformación, McKinsey & Company presenta su Informe Global de Pagos 2025, que ofrece perspectivas clave sobre el futuro del sector y lo que necesita para seguir siendo competitivo en un entorno que cambia rápidamente; el análisis recopila datos de 50 países, más de dos docenas de métodos de pago, y representa el 95% del PIB mundial.
Una nueva era económica
De 2019 a 2024, los ingresos globales por pagos aumentaron en promedio un 7% anual, mientras que en América Latina la expansión fue del 11%. Aunque el crecimiento se desaceleró el año pasado, los pagos continúan siendo el subsector más valioso dentro del sector financiero.
En términos generales, los ingresos por pagos se dividen casi por igual entre consumidores y empresas, aunque su composición varía significativamente entre regiones. En Norteamérica, por ejemplo, predominan los pagos de consumidores, impulsados por el uso generalizado de tarjetas de crédito como método principal de pago y préstamo, reflejando mercados maduros de crédito al consumo y programas sólidos de fidelización de tarjetas. De igual forma, en Latinoamérica, las tarjetas de crédito al consumo representan el 32% de los ingresos totales, evidenciando la relevancia del crédito revolvente y la dependencia de los consumidores a los pagos a plazos.
Mientras tanto, el uso del efectivo continúa disminuyendo a nivel global, representando ahora el 46% de los pagos mundiales, frente al 50% en el 2023. La adopción digital es generalizada en los pagos B2B; sin embargo, la actividad se concentra principalmente en canales de bajo margen como transferencias bancarias y pagos instantáneos. Para capturar valor, McKinsey destaca que las empresas, especialmente aquellas centradas en software, están invirtiendo en servicios de valor añadido, incluyendo automatización de facturas, conciliación y herramientas de capital de trabajo. Estos servicios son particularmente importantes para las pequeñas empresas y sectores como el de salud, donde persisten procesos manuales.
Las nuevas tecnologías continúan generando oportunidades y riesgos. Desde el dinero tokenizado y las monedas digitales, hasta la detección de fraude basada en inteligencia artificial y la gestión de liquidez; la innovación mejora la seguridad, eficiencia y alcance. Y, a pesar de que su adopción es inconsistente debido a incertidumbres regulatorias, brechas en infraestructura y estándares técnicos variados, McKinsey considera tres fuerzas estructurales que podrían transformar la forma en la que el dinero se mueve entre personas, empresas e intermediarios: 1) un sistema de pagos más fragmentado y enfocado a nivel regional, 2) la adopción generalizada y acelerada de activos digitales, y 3) el potencial transformador de la inteligencia artificial.
A medida que el panorama global de pagos se reconfigura, surgirán múltiples caminos posibles para los actores del sector. McKinsey identifica seis estrategias clave para prosperar en la próxima era de los pagos, caracterizada por flujos inteligentes, programables e interconectados:
1.Diseñar con inteligencia y simplicidad. La simplicidad, transparencia y personalización necesitan estar integradas en cada oferta.
2.Tratar la interoperabilidad como infraestructura. Construir infraestructuras adaptables que conecten diferentes tipos de activos, jurisdicciones y regímenes de cumplimiento en tiempo real dejará de ser una ventaja competitiva para convertirse en una expectativa básica.
3.Llevar la inteligencia al extremo. Descentralizar la toma de decisiones, integrando lógica de negocio y gestión de riesgos directamente en agentes, APIs y contratos programables.
4.Hacer del cumplimiento algo programable. Automatizar el cumplimiento normativo directamente en su infraestructura. Los motores de políticas modulares y la lógica adaptada a cada región reemplazarán los flujos manuales y las reglas codificadas rígidamente.
5.Jugar dentro de los ecosistemas, no en contra de ellos. Las ventajas competitivas aisladas tenderán a desaparecer, mientras que los roles integrados en ecosistemas más amplios serán más sostenibles.
6.Ganar confianza desde el origen. Con la creciente automatización e intervención de la IA en las transacciones, asegurar la transparencia, explicabilidad y resolución de errores será clave para generar confianza tanto en usuarios como en reguladores.
La industria de pagos no solo está adaptándose a nuevas tecnologías o cambios de mercado; está redefiniendo de forma fundamental sus estructuras básicas en respuesta a fuerza geopolíticas, nuevos paradigmas digitales y la creciente inteligencia de la IA. El éxito en este futuro fragmentado pero interconectado dependerá de un compromiso con la interoperabilidad fluida entre infraestructuras diversas y de una actitud abierta hacia la complejidad. Para McKinsey, los próximos años favorecerán a quienes logren transformar estos desafíos en oportunidades, abriendo nuevos caminos en un entorno donde la agilidad, la innovación y la confianza serán los activos más valiosos.
Fuente. McKinsey & Company