Para los países latinos, el incremento de la inversión de capital es la clave para alcanzar la siguiente ola de crecimiento de productividad.
Guatemala. En los últimos 25 años, el crecimiento de la productividad mundial ha impactado de forma significativa la actividad económica y el nivel de vida; en países como China y la India, más de mil millones de personas escaparon de la pobreza. No obstante, a pesar del salto en la media, países latinoamericanos se han mantenido estancados durante el mismo periodo, llegando incluso a enfrentar caídas ante la crisis global financiera y la pandemia.
Para entender este fenómeno, McKinsey Global Institute (MGI) comparte sus hallazgos en el informe Investing in productivity growth sobre el desempeño de la productividad en 125 economías durante los últimos 25 años y, en particular, el estancamiento en América Latina. Hace un cuarto de siglo Latinoamérica mantenía un nivel por encima de otras regiones emergentes como China, India, Europa del Este y África Subsahariana, mientras que actualmente su crecimiento se encuentra por debajo del 0% y se ubica en un nivel inferior a las regiones previamente mencionadas que sí alcanzaron un crecimiento sustancial.
Crecimiento de la productividad: ¿Por qué importa?
El crecimiento de la productividad es el mejor antídoto contra la inflación de los precios en las dos últimas décadas que ha creado alrededor de 160 billones de dólares en «riqueza de papel» y cantidades aún mayores de nueva deuda. Al no aumentar la productividad, los países pueden ingresar a un periodo de inflación sostenida, mientras que el crecimiento acelerado permite obtener más del trabajo y las inversiones. Lo anterior es sumamente importante ante los retos de la nueva era geoeconómica.
De igual forma, financiar la transición neta a cero y seguir mejorando los niveles de vida son indispensables para alcanzar un crecimiento inclusivo sostenible; cerrar la brecha de empoderamiento y la brecha de inversión neta cero requiere el equivalente al 8% del PIB mundial anual, lo que será muy difícil de lograr sin un rápido crecimiento de la productividad. Otros desafíos que se avecinan incluyen el envejecimiento de la población en la mayoría de las economías avanzadas, junto a las tensiones comerciales mundiales y la interrupción de la cadena de suministro.
De 1997 a 2022, la productividad media de la economía se multiplicó aproximadamente por seis, pasando de unos 7,000 a 41,000 dólares por empleado, lo cual, equivale a una tasa de crecimiento anual del 7.3%. Paralelamente, la tasa media de crecimiento de la productividad mundial fue del 2.3% anual durante este periodo; sin embargo, MGI denota que China e India contribuyeron con casi el 50% de dicho crecimiento.
Por otra parte, las tasas de crecimiento de Latinoamérica, el Caribe, Medio Oriente, el Norte de África y África Subsahariana fueron similares o inferiores a las economías avanzadas, lo cual significa que no convergieron en absoluto o que incluso quedaron rezagadas. Según la firma, en los últimos 25 años el crecimiento de la productividad se puede analizar bajo tres carriles de convergencia (lento, regular y acelerado). Países latinoamericanos como Guatemala, Paraguay, Ecuador, Brasil, México y Argentina se encuentran en el denominado “carril lento”.
De acuerdo con datos de The Conference Board analizados por la firma, en los 5 años previos a la pandemia de Covid-19, ningún país latinoamericano alcanzó el nivel de productividad para entrar al carril acelerado y menos de un tercio de los países aceleró su crecimiento. En el caso de Guatemala, la tasa de crecimiento anual compuesto (CAGR) entre 1997 y 2022 fue a penas del 0.6%, sin presentar cambios al comparar entre 2014 y 2019.
Pilares para el crecimiento acelerado
Aunque existen diferentes factores que afectan el crecimiento de la productividad, América Latina mostró debilidades en los cinco pilares que tienden a caracterizar el crecimiento rápido:
1. Inversión radicalmente alta: Aunque la inversión representó la mayor parte del crecimiento de la productividad en el continente, su pequeña escala y la falta de impulso han impedido que las economías latinoamericanas entren en el “carril acelerado”. De acuerdo con MGI, la poca inversión es la causa principal por la que la región latinoamericana ha quedado rezagada respecto a otras economías emergentes exitosas.
Altos niveles de inversión (20-40% del PIB) y aumento del capital por trabajador, facilitan la urbanización y crecimiento satisfactorio en la industria y los servicios. Según Andrés Cadena, socio senior de McKinsey & Company “puede resultar difícil distinguir qué afecta a la productividad. Nuestra investigación ofrece un diagnóstico muy claro: la inversión. En la mayoría de los lugares, los aumentos de capital por trabajador explican entre el 70 y el 80% del crecimiento general de la productividad”.
2. Desplazamiento de la agricultura a ciudades: América Latina se urbanizó mucho antes que sus pares del mundo emergente. Como resultado, fue incapaz de captar un gran impulso de productividad por la construcción de ciudades y el traslado de trabajadores agrícolas.
El impulso de productividad de la urbanización en las economías emergentes se debe tanto a trabajadores que abandonan el sector agrícola de baja productividad (el efecto mixto) como a un mejor rendimiento del propio sector agrícola (el efecto interno) a medida que se mecaniza o se pierde mano de obra redundante. En las economías de vía rápida, la agricultura contribuyó a aproximadamente un tercio de todo el crecimiento de la productividad entre 1997 y 2018. En estas economías, a través de todas las regiones, la proporción de empleo (e incluso el empleo total en agricultura) disminuyó, aunque la producción total casi se duplicó.
3. Incremento de productividad en servicios: Las economías latinoamericanas aumentaron drásticamente el tamaño de los servicios en la economía, pero fueron incapaces de incrementar la productividad dentro de dichos sectores. En general, la mayoría de los trabajadores que abandonan la agricultura se incorporan a los servicios.
Algo notable de las economías del “carril acelerado” es que invirtieron para mejorar la productividad de los sectores de servicio, incluso a pesar de su industrialización. De acuerdo con MGI, una parte sustancial de las ganancias de productividad se debe a la inversión en el capital físico y humano como la temprana modernización de la infraestructura digital, las cualificaciones de la mano de obra y la capacidad de atraer una importante inversión extranjera directa.
4. Manufactura sofisticada e internacionalizada: La apuesta en Latinoamérica se basó en gran medida en productos básicos, con un crecimiento marginal de la producción y una baja complejidad en la industria manufacturera. En parte, esto se debe a la dependencia de las exportaciones de materias primas.
En contraste, las economías del “carril acelerado” fueron capaces de superar a otras economías emergentes en la carrera hacia la industrialización. Aumentaron el crecimiento de la productividad manufacturera y de la producción en gran medida, gracias a la creación de cadenas de suministro más complejas, la fabricación de productos más sofisticados y la incorporación a las cadenas de valor mundiales.
5. Facilitadores de productividad: América Latina sigue dependiendo en gran medida de los conocimientos y la propiedad intelectual extranjera; es necesario invertir en mejores capacidades nacionales. La firma recomienda a los países latinoamericanos establecer mejores instituciones que impulsen la inversión y sienten las bases para el crecimiento de la productividad a largo plazo.
La solidez y la mejora de las instituciones, la educación y la innovación son tres de los factores más importantes para el crecimiento de la productividad. Requieren, y desencadenan, las inversiones necesarias que son fundamentales para que las economías avancen por la vía rápida.
El punto en común de los pilares para el crecimiento es la importancia de la inversión. De acuerdo con el informe de MGI, casi la mitad de la caída del crecimiento de la productividad en las economías avanzadas se debe a una disminución del capital (es decir, el crecimiento del capital por trabajador). A su vez, una elevada profundización del capital es también una característica clave de las economías emergentes en el “carril acelerado”.
“Sin un crecimiento de la productividad, las cosas simplemente no cuadran. Lo necesitamos ahora más que nunca, porque hay más en juego: nuevas oportunidades aparentemente ilimitadas provenientes de tecnologías como la IA generativa, pero también la necesidad de abordar el costo de vida, financiar la transición energética y seguir prosperando a medida que las sociedades envejecen” agregó Olivia White, socia senior de McKinsey & Company.
Si se gestiona bien, la necesidad de nuevos recursos críticos también puede producir cambios regionales y beneficiar a algunas de las economías emergentes. Latinoamérica tiene una oportunidad única de apoyar la descarbonización mundial, ya que posee cerca de la mitad del litio, el 36% del cobre y el 16% del níquel del mundo; recursos fundamentales para la transición a cero emisiones netas.
El crecimiento de la productividad es mucho más que un concepto económico; está en el centro de la prosperidad compartida. Tanto las empresas como los responsables políticos de las economías avanzadas y emergentes deben tomar medidas y crear las condiciones necesarias para impulsar la inversión, que es la base de las transformaciones tecnológicas, económicas y sociales que impulsan la productividad. Esto será fundamental a medida que el mundo se enfrente a los retos y oportunidades de la próxima era.
Fuente. McKinsey & Company