En mi condición de presidente de la Asociación Dominicana de Líneas Aéreas (ADLA) y presidente de la aerolínea Air Century, he sido abordado por distintos medios de comunicación para conocer mi postura sobre el Acuerdo de Cielos Abiertos, recientemente rubricado entre nuestro país y los Estados Unidos. Esta declaración, sin embargo, la ofrezco a título personal como actor de larga data de la industria.
Antes de entrar en materia, es necesario puntualizar que asistí a la ceremonia de la firma del referido acuerdo correspondiendo a la cordial invitación que nos hiciera el Ministerio de Turismo. Sin embargo, mi presencia no significo un endoso. A ese momento, no conocía los detalles del documento ya que las aerolíneas dominicanas no participamos del análisis y revisión del mismo.
Es difícil proyectar la dimensión del impacto positivo o negativo que el acuerdo pueda tener, tanto para los usuarios como para la industria aérea nacional. No obstante, podría comentar sobre algunas de las “bondades” que han sido resaltadas, las que no me resultan tan “bondadosas”.
Por ejemplo, el incremento de frecuencias y ofertas aéreas; desde hace mucho tiempo y en procura de incentivar el tráfico de pasajeros y la llegada de turistas a nuestro país, las autoridades dominicanas habían flexibilizado el proceso de designación de rutas a aerolíneas norteamericanas más allá de lo pactado en el acuerdo bilateral entonces vigente, no implicando ese instrumento una limitante para que cualquier aerolínea norteamericana explotara rutas entre Estados Unidos y República Dominicana.
Otra premisa es que este acuerdo, dado el incremento de la oferta existente (ya arriba puesta en duda) impactará en la disminución de los boletos aéreos y la “democratización” de las tarifas. La realidad es que, en adición a la ley de oferta y demanda, el precio de los boletos en la República Dominicana, esta sensiblemente afectado por las tasas e impuestos que el Estado aplica para el transporte aéreo.
Para verlo en cifras llanas, las tasas superan los USD100.00 más el ITBIS de 18% sobre la tarifa, número que supera por mucho la carga pagada en cualquiera de los estados de EEUU por el mismo concepto. Es más, solo el último año hemos sufrido el alza de dos de las tasas locales, sin que se considerara su incidencia en el costo de los boletos y el flujo de pasajeros al país.
En adición, independientemente del posible incremento en la oferta, las líneas aéreas tenemos costos que cubrir y márgenes operativos que alcanzar, por lo que entendemos se ha instalado en la población una falsa expectativa en torno al desplome masivo de los precios de los boletos aéreos.
En cuanto a la liberación para la competitividad entre las aerolíneas de ambos países es importante resaltar que, para que exista competencia, debe haber una relativa equidad. Tal es el caso de la brecha existente entre las aerolíneas norteamericanas y las dominicanas, ya que las primeras cuentan con beneficios como acceso a financiamientos a bajas tasas, regímenes fiscales ajustados a la industria, soporte e incentivos estatales y federales, así como otros factores que redundan en beneficios colaterales.
Por otro lado, las líneas aéreas dominicanas tienen que acudir a financiamientos de alto costo, no cuentan con un marco fiscal o legislativo que incentive su operación o crecimiento. De hecho, el pasado año 2023 se promulgó, con la mejor de las intenciones, una ley de incentivos para la aviación comercial, sin embargo, dada la ausencia de un consenso suficiente, ninguno de los seis incentivos se traduce en una solución para las aerolíneas ya existentes y no recoge los grandes retos que como sector enfrentamos.
Podemos hablar de competitividad, cuando en el 2020 las líneas aéreas norteamericanas recibieron más de USD6,000 Millones en un plan de rescate, mientras las aerolíneas dominicanas se vieron obligadas a pagar el impuesto del 1% sobre los Activos? Yo diría que no, pero ahora ellas pueden servir los mercados que nosotros como dominicanos teníamos el privilegio de operar. ¿Qué pasará entonces? Nadie sabe.
Es natural que ahora nos preguntemos qué tan bien asesorado en materia de transporte aerocomercial de pasajeros y carga estuvo el equipo dominicano que participó de la revisión de este acuerdo que, como cualquier otro instrumento, permitía su personalización, inclusión y remoción de secciones, para ser adecuado a la realidad y necesidad de los Estados firmantes, y de esta forma se pudieran preservar las garantías necesarias para nuestro sector.
Finalmente, en mi opinión, son más las incertidumbres respecto al acuerdo que las posibles certezas, no obstante, tenemos la esperanza de que resulte positivo tanto para los usuarios como para esta hermosa industria aérea nacional, que con mucho esfuerzo y sudor nos ha costado levantar aun a contracorriente y que continúa encontrando obstáculos para su evolución y sano desarrollo.
Fuente. Omar Chahin, presidente de ADLA y aerolínea Air Century