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EEUU. Cuando el presidente estadounidense Joe Biden llegó a Kyiv en febrero de 2023 en una visita sorpresa para mostrar su solidaridad con Volodymyr Zelensky, su homólogo ucraniano, sonaban las sirenas antiaéreas.
El mundo ahora espera ver quién se hará cargo de este supuesto faro después de que los estadounidenses tomen su decisión en las elecciones presidenciales del 5 de noviembre.
¿Seguirá Kamala Harris la idea de Biden de que en “estos tiempos inestables, está claro que Estados Unidos no puede retroceder”? ¿O se impondrá la idea de Donald Trump de que “el americanismo, no el globalismo” debe liderar el camino?
Vivimos en un mundo en el que la influencia global de Estados Unidos está en tela de juicio.
Las potencias regionales siguen su propio camino, los regímenes autocráticos están forjando sus propias alianzas y las devastadoras guerras en Gaza, Ucrania y otros lugares plantean preguntas incómodas sobre el papel de Washington.
Pero Estados Unidos es importante por su poderío económico y militar, y por su papel significativo en muchas alianzas.
Consultamos a algunos observadores informados para que nos dieran sus reflexiones sobre las consecuencias globales de esta elección tan importante.
Poderío militar
El gasto de defensa de Washington equivale a dos tercios de los presupuestos militares de los otros 31 miembros de la OTAN.
Fuera de la OTAN, Estados Unidos gasta más en su ejército que los siguientes 10 países juntos, incluidos China y Rusia.
Trump se jacta de comportarse agresivamente para obligar a otros países de la OTAN a cumplir con sus objetivos de gasto, que son del 2% de su PIB; solo 23 de los países miembros han alcanzado este objetivo en 2024.
Pero sus declaraciones erráticas molestan.
Si Harris gana, Gottemoeller cree que “la OTAN sin duda estará en buenas manos en Washington”.
Pero también tiene una advertencia al respecto. “(Harris) estará dispuesta a seguir trabajando con la OTAN y la Unión Europea para lograr la victoria en Ucrania, pero no dejará de presionar a Europa [sobre el gasto]”.
Pero el equipo de Harris en la Casa Blanca tendrá que gobernar con el Senado y la Cámara de Representantes, que pronto podrían quedar en manos de los republicanos, y estos estarán menos inclinados a respaldar guerras extranjeras que sus contrapartes demócratas.
Existe una creciente sensación de que, sin importar quién se convierta en presidente, aumentará la presión sobre Kyiv para encontrar formas de salir de esta guerra a medida que los legisladores estadounidenses se muestran cada vez más reacios a aprobar enormes paquetes de ayuda.
Pase lo que pase, dice Gottemoeller, «no creo que la OTAN deba desintegrarse». Europa tendrá que «dar un paso adelante para liderar».
¿El pacificador?
El próximo presidente de Estados Unidos tendrá que trabajar en un mundo que enfrenta el mayor riesgo de un enfrentamiento entre grandes potencias desde la Guerra Fría.
Pero advierte que «su poder para ayudar a resolver conflictos se ha reducido».
Las guerras son cada vez más difíciles terminar. “Los conflictos mortales se están volviendo más intrincados, con la aceleración de la competencia entre las grandes potencias y el ascenso de las potencias intermedias”, dice Ero.
Guerras como la de Ucrania atraen a múltiples potencias, y conflagraciones como la de Sudán enfrentan a actores regionales con intereses que compiten entre sí, algunos más interesados en la guerra que en la paz.
Estados Unidos está perdiendo la superioridad moral, señala Ero. “Los actores globales se dan cuenta de que éste aplica un estándar a las acciones de Rusia en Ucrania y otro a las de Israel en Gaza. La guerra en Sudán ha sido escenario de terribles atrocidades, pero se trata como un asunto de segunda categoría”.
Una victoria de Harris, afirma, “representa la continuidad con la administración actual”.
Si gana Trump, “podría dar a Israel una mano aún más libre en Gaza y en otros lugares, y ha insinuado que podría tratar de llegar a un acuerdo sobre Ucrania con Moscú por encima de Kyiv”.
En Medio Oriente, la candidata demócrata se ha hecho eco repetidamente del firme respaldo de Biden al “derecho a defenderse” de Israel. Pero también ha insistido en que “hay que dejar de matar a palestinos inocentes”.
Trump también ha declarado que es hora de “volver a la paz y dejar de matar gente”. Pero, se ha informado que le dijo al líder israelí Benjamin Netanyahu que “haga lo que tenga que hacer”.
El candidato republicano se enorgullece de ser un pacificador. “Tendré paz en Medio Oriente, y pronto”, prometió en una entrevista con la televisión saudita Al Arabiya el domingo pasado.
Prometió ampliar los Acuerdos de Abraham de 2020. Estos acuerdos bilaterales normalizaron las relaciones entre Israel y algunos Estados árabes, pero se consideró que marginaron a los palestinos y, en última instancia, contribuyeron a la actual crisis sin precedentes.
En cuanto a Ucrania, Trump no ha ocultado su admiración por hombres fuertes como el ruso Vladimir Putin.
Ha dejado claro que quiere poner fin a la guerra en Ucrania y al fuerte apoyo militar y financiero de Estados Unidos. “Saldré de allí. Tenemos que salir de allí”, insistió en un mitin reciente.
En cambio, Harris ha dicho: “Me he sentido orgullosa de apoyar a Ucrania. Seguiré apoyándola y trabajaré para asegurar que prevalezca en esta guerra”.
Pero a Ero le preocupa que, sin importar quién sea elegido, las cosas sigan empeorando en el mundo.
Negocios con Pekín
Imponer costos elevados a China y a muchos otros socios comerciales ha sido una de las amenazas más persistentes de Trump en su enfoque de “Estados Unidos primero”.
Pero Trump también elogia lo que ve como su propia y fuerte conexión personal con el presidente Xi Jinping.
Le dijo al consejo editorial del Wall Street Journal que no tendría que usar la fuerza militar si Pekín tomara medidas para bloquear a Taiwán porque el líder chino “me respeta y sabe que estoy [grosería] loco”.
Pero tanto el liderazgo republicano como el demócrata son militaristas. Ambos consideran que Pekín está decidido a eclipsar a Estados Unidos como la potencia global más importante.
Pero Mitter, historiador británico que ocupa la cátedra ST Lee de relaciones entre Estados Unidos y Asia en la Kennedy School de Harvard, ve algunas diferencias.
Con Harris, dice, “las relaciones probablemente se desarrollarían de manera lineal a partir de donde están ahora”.
Si Trump gana, es un “escenario más fluido”. Por ejemplo, en Taiwán, Mitter señala la ambivalencia de Trump sobre si saldría a defender a una isla que está lejos de Estados Unidos.
Los líderes de China creen que tanto Harris como Trump serán duros.
Crisis climática
Pero mientras los huracanes Milton y Helene causaban estragos hace unas semanas, Trump ridiculizó los planes y políticas ambientales para enfrentar esa emergencia climática como “una de las mayores estafas de todos los tiempos”.
Muchos creen que se retirará del acuerdo climático de París de 2015 como lo hizo en su primer mandato.
Sin embargo, Robinson dice que Trump no puede detener el impulso que ahora está cobrando fuerza.
“No puede parar la transición energética de Estados Unidos y reducir los miles de millones de dólares en subsidios verdes… ni puede poner fin al infatigable movimiento climático no federal”.
También insta a Harris, que aún no ha concretado su propia postura, a dar un paso adelante “para mostrar liderazgo, aprovechar el impulso de los últimos años y alentar a otros grandes emisores a que aceleren el ritmo”.
Liderazgo humanitario
Él ve más luz si Harris gana. “Una presidencia de Harris representa esa esperanza”, dice. En cambio, “un regreso a la presidencia de Trump marcada por el aislacionismo y el unilateralismo ofrece poco más que una profundización de la inestabilidad y la desesperación globales”.
Estados Unidos también es el mayor donante en lo que respecta al sistema de la ONU. En 2022, proporcionó una cifra récord de US$18.100 millones.
En su primer mandato, Trump eliminó la financiación de varias agencias de la ONU y se retiró de la Organización Mundial de la Salud. Otros donantes se apresuraron a llenar los vacíos dejados por EE.UU., que es lo que Trump quería que sucediera.
Pero Griffiths destaca una desesperación cada vez mayor en la comunidad humanitaria y más allá, y critica la “vacilación” de la administración Biden ante el deterioro de la situación en Medio Oriente.
Los jefes de las agencias de ayuda han condenado repetidamente el ataque del 7 de octubre de Hamás contra civiles israelíes.
Pero también han pedido repetidamente a Estados Unidos que haga mucho más para poner fin al profundo sufrimiento de los civiles en Gaza y Líbano.
Biden y sus principales funcionarios pidieron repetidamente que se enviara más ayuda a Gaza, y en ocasiones se logró algo.
Pero los críticos afirman que la ayuda y la presión nunca fueron suficientes.