Cuba. En ese fuego que cuece las ideas buenas, como definió José Martí a la salud pública, está inmersa la doctora Glenda Gómez Hernández, una oncóloga que ama con pasión la pediatría, pero estar hoy en un centro de cirugía de avanzada ha sido una escuela que amplía por día sus horizontes sobre procedimientos y calidad de vida asociados a una especialidad tan demandada en el mundo entero.
Con esa mirada de futuro que le caracteriza habla de las ventajas de la cirugía laparoscópica, tan ajena a los esquemas tradicionales de operaciones mutilantes y deformantes, “aunque cueste entender, incluso a profesionales, que tengan los mismos efectos, con más rápida recuperación y reinserción a la sociedad”, afirma esta típica doctora cubana que no presume de lo que hace.
Describe con detalles la visión científica que le aporta el trabajo en equipo, pilar fundamental en el Centro Nacional de Cirugía de Mínimo Acceso (CNCMA), donde labora desde 2015 en esa puerta de entrada que es la consulta de clasificación, abierta de lunes a viernes en el horario matutino. Justo allí, donde da la bienvenida a los pacientes, conversamos largo rato del proceso.
“Recepcionamos los casos remitidos desde otras instituciones, ya vienen con sus estudios, aunque aquí se pueden complementar, una vez que evaluamos, de conjunto con otras disciplinas médicas, y clasificamos los aptos para ser operados con las técnicas mínimamente invasivas. Luego de la etapa quirúrgica regresan con nosotros para el posterior tratamiento”
Aunque hay centros similares en todo el mundo, el de la Habana recibe a pacientes procedentes de otras latitudes atraídos por esa calidez humana que es el a,b,c allí y que destaca con orgullo esta fiel apasionada de la ciencia y de la ética médica. Por vía internet llegan a la sala de servicios médicos internacionales y en ese contacto on line coordinan el ingreso, la cirugía y el seguimiento, si fuera necesario. La retroalimentación en el sitio web habla por sí sola del grado de satisfacción
Cuenta la doctora Glenda que las cirugías oncológicas de colon y recto, de urología y ginecológicas son las de más prevalencia entre las que realizan. Y con menor incidencia las de cabeza y cuello: ”Por esta vía –especifica- conservar el esfínter anal, en el primer caso y el riñón, en el segundo, son beneficios que hablan de la fortaleza de estas técnicas en aras de la posterior calidad de vida. Por eso se dice que es la cirugía del futuro”.
Habla también de ese seguimiento prolongado en el tiempo al paciente oncológico, del que surge una familiaridad más allá de la relación profesional que en Glenda es parte de la satisfacción por saberse útil y agradecida. No por casualidad notamos que su número de teléfono está en función de ello. Por esa vía les ayuda a sacar los turnos u otras citas y en la constante comunicación por WhatsApp hasta puede tomar conductas para evitar un traslado innecesario hasta el hospital. Mejor no se puede describir el sentido humano que hay en ella.
“Son nuestros eternamente” –nos dice con cara de quien no acepta la redención y apuesta siempre por hallar nuevos caminos. “Ese vínculo afectivo inspira una confianza en ellos determinante para su evolución”, dice más adelante. Nunca les damos de alta, más bien estratificamos cada caso según el estadío de la enfermedad y nos vemos y nos volvemos a ver reforzando esos valores.”
Mientras avanza la conversación más se revela la vocación por la medicina de quien cree y apuesta por las segundas oportunidades. “Estuve un año en casa convaleciente de la enfermedad que padezco cuando me llegó la propuesta de reiniciar aquí mi vida laboral”, refiere.
Vivir cerca y contar con el apoyo de su familia le permitió probar suerte “aunque –confiesa- llegué convencida de que no sería igual, no dejo de extrañar a mis pequeños pacientes, algunos ya grandes con quienes sigo en contacto permanente. Y muestra la foto abrazada a Luciano, un joven de 16 años que comenzó a atender cuando llegó a su consulta en coche, con solo un año de nacido, y quien sigue ahí como parte esencial en su vida, “Me dice tía Glenda”. Otras anécdotas también afloran recuerdos inolvidables del tiempo que ejerció la oncología infantil.
“Desde que me gradué de Medicina en 2003 trabajé en el Instituto Nacional de Oncología mientras cursaba la especialidad” nos narra. Llegó a dirigir los Servicios de Oncopediatría. Todo el tiempo en constante lucha por vencer la enfermedad y devolver la risa a niños y padres. De esa etapa guarda Incontables pasajes que no puede olvidar: “son muchas las tensiones, el estrés y ese tacto especial que requieren las edades pequeñas. Pero si no hubiera enfermado todavía estuviera allí”, asegura muy enfática.
La medicina clínica, por la que se inclinó, encontró nuevas perspectivas y sueños, ahora asociados a las técnicas de Mínimo Acceso: “Es un universo muy amplio. Se asocia a muchas especialidades y eso le exige estudio y constante actualización científica al especialista. Todo el tiempo estás aprendiendo porque la ciencia avanza a una velocidad increíble”, asiente quien tuvo en su padre un referente para elegir una carrera de tanta entrega.
Para ello cuenta con una retaguardia en casa que encabeza un músico con más de 22 años a su lado entre novios y casados, la madre y fiel amiga y dos hijos, de 11 y 10 años, “corte y pega de su padre por la energía y simpatía que impregnan”-asegura sonriente y se muestra alegre mostrando fotos de casa, de paseos y festejos cuando describe ese ambiente feliz del hogar, el mismo que le inspiró el final a la entrevista: “Adoro la Medicina, pero mi pasión predilecta es la familia.”
Fuente: Periódico Digital Centroamericano y del Caribe.