A medida que pasan los años, nuestros pies -como es natural- se van desgastando y perdiendo suavidad y lozanía, pues servir como base de todo nuestro cuerpo y además usarlos para caminar diariamente hace que se vean afectados y sufran las consecuencias.
Y, si no les damos el cuidado necesario, pueden llegar a lucir realmente horribles e incluso supondrá la aparición de determinadas dolencias. Por ello, queremos darte una guía fácil y práctica que te ayudará a cuidar y mantener tus pies como nuevos.
Es muy importante que diariamente siempre, siempre al llegar a casa al final del día (luego de una jornada de trabajo o de estudios) te quites los zapatos y los calcetines. Airear los pies, moverlos y masajearlos suavemente es una caricia que tus pies te agradecerán, además de sentir un alivio inmediato y reconfortante.
Una vez a la semana prepara un baño especial para tus pies. Puede ser en la bañera con poco nivel de agua, o en una palangana o fuente grande donde quepan ambos pies. El agua debe estar tibia, nunca demasiado caliente. Agrega aceites con esencias y relajantes como lavanda, romero, salvia… y sumerge tus pies limpios. Déjalos un par de minutos así, para que se vayan aclimatando y relajando. Luego mueve los dedos y los tobillos, arquea y libera todo el pie. Estíralos hacia delante y hacia atrás. De esta manera promoverás la circulación. Luego de 15 a 20 minutos, saca uno por uno los pies del agua y sécalos suavemente y con dedicación. Este momento es el ideal para tratar los pies: cortar cutícula, cortar y limar las uñas, retirar los pellejos y raspar los talones con la piedra pómez para eliminar la piel muerta.
Después de lavar tus pies debes secarlos y muy bien. Lo de secarlos es realmente importante, pues es muy fácil que en esta zona del cuerpo se desarrollen hongos debido a la humedad que puede producir la transpiración o simplemente unos pies mal secados. Un buen secado incluye los espacios interdigitales, es decir, entre dedo y dedo para mantener tus pies libres de infecciones y hongos.
Aplicar una crema hidratante diariamente después de lavarlos. Puedes buscar una que sea especial para pies y el resultado será aún mejor; pero si no la tienes no pasa nada, puede servir la misma que usas para el cuerpo. De no tener crema, puedes usar vaselina. Es mágica para suavizar los pies y todas las zonas que sufren de resequedad (rodillas, contorno de las uñas, etc). Aplícatela cada noche con un suave masaje y haz énfasis en la zona del talón, luego ponte unos calcetines de algodón y duerme con ellos. La mañana siguiente notarás el cambio y lo suave de tu piel en la zona.
Un error que quizás muchos cometemos es usar los mismos zapatos por un período largo de tiempo. Esto no es nada recomendable, pues el pie se puede acostumbrar mucho a un modelo de zapato y más adelante ocasionar malformaciones o afectar a la manera de caminar. Lo ideal es ir alternando con diferentes zapatos y, por supuesto, tener un par adecuado para cada ocasión. Nunca pienses que estaría bien ir a trotar con esos zapatos «monos» pero que no son especiales para esta actividad. Un error así puede ocasionar daños severos e irreversibles en tus pies y en la zona trasera de tu cuerpo, además de dolores de espalda, rodillas, etc.
Recuerda siempre usar calcetines para evitar roces con los zapatos, y también para que absorban la transpiración natural de esta parte del cuerpo. Usar unos zapatos sin calcetines, puede hacer que crezcan hongos que desprendan olor no deseado en nuestros zapatos y que luego sea muy difícil quitarlos.
No olvides utilizar siempre zapatos de tu talla. Usar unos demasiado grandes o un poco pequeños puede causar lesiones severas, además de incomodarte para caminar. Utiliza un calzado cómodo y con el arco adecuado a tu huella, que los dedos no se sientan comprimidos.
Intenta siempre encontrar un momento del día para caminar con los pies descalzos por la casa, o por superficies blandas como la arena de playa, el césped, alfombras o moquetas. Esto ayudará a activar la circulación de la sangre y que el pie transpire correctamente. Aunque no lo creas, los pies sufren si todo el día desde la mañana hasta la noche están metidos en un zapatos, sobre todo si son botines o peor aún, tacones. En invierno, como hace frío, en lugar de caminar descalzo opta por unas pantuflas mullidas y confortables.
Por último, un poco antes de acostarte y después de haber lavado y humectado tus pies, levanta ambas piernas y ponlas contra la pared, formando un ángulo de 60º aproximadamente. Esto también ayudará a la circulación de tus piernas y pies, evitando molestias y espantando a una de las peores enemigas: las varices.
Fuente: Mundodeportivo.com